El roce del pantalón ajustado, un cruce de piernas, el contacto de las nalgas con la silla es suficiente para llevarlas a un estado de excitación intensa, prolongada, incontrolada. El clítoris, la vagina y el perineo comienzan a palpitar con tal fuerza que las hace sudar y las perturba. Sufren el denominado Síndrome de Excitación Persistente (PGAD por sus siglas en inglés). Un estado que no pueden evitar y, aunque no siempre llegan al orgasmo, cuando éste sobreviene la situación se vuelve insoportable. Porque «no disfrutan, por lo que la comparación que algunos hacen con el término ninfomanía no se apoya en datos clínicos», explica James Pfaus, miembro del departamento de Psicología de la Universidad de Concordia (Canadá). De hecho, los expertos insisten en que se trata de un estado muy molesto e incluso doloroso. «No buscan el sexo por el sexo, pero prefieren la sensación del estado post orgásmico porque éste induce la salida compresiva de la sangre de los genitales y las alivia», dice Pfaus.
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